sábado, 28 de noviembre de 2009

Nueve meses en tres casas de seguridad

Para octubre de 1981 la guerra interna en El Salvador ya había tomado su curso, se habían consolidado los frentes de guerra a lo largo y ancho de todo el territorio, en la ciudad, había mermado un poco la presencia guerrillera, salvo algunas acciones espectaculares de envergadura en lo que comprendía la estrategia político-militar.

Para ese año, todo mundo se había “clandestinizado”, recordemos que quienes militamos en alguna organización revolucionaria obligatoriamente y por medidas estrictas de seguridad debía irse a alguna casa de seguridad y tener un seudónimo, a no ser, que su trabajo fuera de carácter abierto, pues ni modo, debía usar su nombre legal.

Los famosos “contactos” ó “conectes” estaban de moda y se hacían de forma muy rigurosa y al estilo de los espionajes muy característicos en la “guerra fría” ó, de los que se ven en alguna película de suspenso ó policíacas.

Vos podías estar en alguna parada de buses o en algún cafetín, esperando al compa ó, a la compa que era el conecte y si pasaba algún conocido, que de alguna forma sabía en lo que andabas, ó talvez, otro compañero de otro colectivo pues, lo correcto era no hablarle, voltearse o bajar la cabeza para que no te reconocieran ni conocieran al compañero del conecte, se daba una complicidad a medias.

Cuando el conecte se hacía en alguna parada de buses, se debía llevar una leyenda o un “santo y seña” y para remarcar le decían a uno, - mira, el compa que vas a ver va a llevar 2 lápices amarillos y un peine negro en la bolsa izquierda de la camisa, vos vas a llevar La Prensa Gráfica en la mano derecha y un bolígrafo azul bic , se van a saludar inmediatamente vos le vas a preguntar tal cosa y el te contestará la leyenda; así funcionaba la conspiratividad en el seno de las organizaciones político-militares.

Otras veces, el contacto se hacía de encuentro, es decir, los dos caminando por una calle en sentido contrario hasta encontrarse con las señas antes mencionadas y la respectiva leyenda; la hora debía ser exacta y cronometrada, pues un fallo de esta, podría terminar en una captura y desaparecimiento de los dos ó de uno de los compañeros en el mejor de los casos.

Otro lío era cómo llevar algún documento comprometedor del partido a otro lugar, ó cómo entregárselo al compañero del contacto; había un sin fin y variadas formas de hacerlo en los famosos y bien recordados “embutidos” , debo decir, que quien no haya militado en alguna organización revolucionaria durante la guerra, le será un poco difícil comprender el lenguaje que se implementó en tiempos de la conspiratividad, era una especie de códigos ó claves creados para denominar varias cosas, acciones o situaciones.

Por ejemplo, al compañero o camarada se le llamaba “compa”, ó “primo”, al encuentro ó reunión de dos compañeros se le llamaba “conecte”, llevar algún documento, ya sea propaganda, libro, folleto, armas o explosivos escondido en alguna cosa que no despertara sospecha, se le llamaba “embutido”, hubo de los más variados, en cajetillas de cigarros cuando eran recados o notas, en cajas de detergente, en pan de caja, en bolsas de leche, en regalos, bolsas de frijoles, etc, la creatividad fue inmensa en la guerra del pueblo, todavía guardo con nostalgia en mi casa una mesa pequeña y una silla donde me entregaron una resma de propaganda y folletos de las milicias populares, llevaban un compartimiento en la base, construido por un “compa” carpintero, para ese fin.

Cuando se trataba de trasladar algún arma ó explosivos se hacía en sacos de frijoles, azúcar ó arroz, varias veces me tocó cargar sacos de frijol con armas adentro, cargas de explosivos TNT (trinitrolueno) o propaganda, en algún bus que va para Sonsonate ó Zaragoza donde me tocó operar, lo gracioso de esto es que mi fisonomía no pegaba de campesino siendo un estudiante universitario que vivía en la ciudad, ¡qué suerte tuve!

Siguiendo con los nombres o sobrenombres surgidos dentro del lenguaje revolucionario que se usaba en esos días, recuerdo además del “embutido”, otros más, por ejemplo a la pistola o escuadra se le llamaba “juguete”, “medio”, a las armas largas se les llamaba “fierros”, “largos”, a los cartuchos ya sea de bala o fusil, “dulces”, “papaya” a la carga de explosivo R2, cuando caía el enemigo en algún campamento y se daba la escapada por la población civíl, a esta acción se le llamaba “guinda”.

Cuando un compañero se desconectaba ó no llegaba al conecte, por alguna razón, se tenía lo que llamábamos “el buzón”, este consistía en asignar un lugar fijado por la dos partes, ya sea una parada de buses, parque, cafetín o restaurante, etc., que funcionaba por varios días dependiendo de las circunstancias, era bastante arriesgado porque, si uno de los compañeros caía capturado y flaqueaba podría delatar al “compa” del “buzón”, se dieron muchos casos de este tipo.

Para denominar a las organizaciones revolucionarias, se le decía a las FPL, “las f”,”las felipas”, a los miembros de esta “los felipes”, “los renatos” a los de la RN, “los pacunes” a los del PC, “los ernestos” a los del ERP.

La casa de seguridad en la San Patricio

A finales de octubre de 1981,Fide ( Fidelina Alvarado), dirigente revolucionaria del Bloque y las FPL, originaria de Tecoluca, San Vicente, nos propuso a mi mamá, mi hermana y Yo, que nos fuéramos con ella a una casa de seguridad, pues necesitaban una familia para servir de cobertura a un colectivo de las “F”, me parece que eran parte del comité político del partido, puesto que en este estaba a la cabeza el otrora comandante Miguel Castellanos del Comité Central, COCEN, de las FPL, junto a él, Fide, Lupe (la gordita) su nombre legal era Olinda, un compañero moreno, de complexión robusta de quien no supe su nombre y Sonia (la pechita), su nombre legal Georgina.

La casa que se había buscado para vivir estaba ubicada en el reparto San Patricio, unos tres kilómetros al sur de la Colonia Costa Rica en San Salvador, enclavada en un cerrito que colinda con unas fincas desde donde se podía llegar a pie hasta el municipio de Huizúcar.

Cambiarnos de la vida normal y legal a la vida clandestina en una casa de seguridad, fue para nosotros un choque drástico pues, se trataba de cambiar nuestros hábitos, rutinas, forma de vida a otra diferente, donde teníamos que fingir ser otras personas, algo así como personajes sacados de una obra de teatro o película.

Primero, tuvimos que cambiar nuestros nombres e historia de vida ante los vecinos y, ante los compañeros que llegaban a la casa, estaba totalmente prohibido por medidas de seguridad, vernos los rostros, ellos a nosotros, ni nosotros a ellos, algunas veces nos cubríamos con alguna manta, o nos volteábamos cuando nos encontrábamos de frente, pues la casa era un poco pequeña y más de alguna vez sucedía y esto nos causaba en cierto modo gracia.

En la casa vivíamos cinco personas, mi mamá Mary (de pseudónimo “Carmen”), mi hermana Guadalupe( pseudónimo “Cecy”), Fide(responsable del colectivo cuyo seudónimo en la casa era “Laura Patricia”, en honor a una hija de “la Ticha” y Félix García), Mayita(la abuela) y Yo, Carlos (pseudónimo “Oscar”).

Ante los vecinos Mayita era nuestra abuela, en realidad, ella me parece que era originaria de Tenancingo, era de piel blanca, alta y de ojos azúles, creo que andaba por los 75 años de edad, su hijo, ya había caído en combate, y prácticamente la organización la había acogido en el seno de las casas de seguridad que era donde ella se desenvolvía bien, conocía a mucha gente de la organización y hasta presumía de codearse con la comandancia de las “F”.

Mi mamá en esta película, resultaba ser nuera de Mayita, nuestro padre vivía en Estados Unidos y desde ahí nos mandaba la ayuda económica, Fide era tía nuestra, o sea, sobrina de Mayita y vivía con nosotros porque trabajaba en San Salvador.

Miguel Castellanos, era un comandante de las “F” y este era su nombre de guerra, su nombre legal era Napoleón Romero, ante nosotros su pseudónimo era “Orestes”, fingía ser otro hijo de Mayita y tío de nosotros, cuñado de mi mamá, su esposa era Sonia(la pechita) que de vez en cuando llegaban a visitar a Mayita y a llevarla a pasear, esto, cada vez que se reunía el colectivo; la “gordita” y el otro compañero a quien nunca tratamos por medidas de seguridad, eran amigos de la familia y llegaban a visitarnos de forma periódica, llegaban otros compañeros que en realidad nunca supimos quienes eran, porque ahí sí funcionó la compartimentación y las medidas de seguridad.

Todo esto, resultaba tan complicado e inverosímil, que cada vez que salíamos a la calle fingiendo ser familia, nos imaginábamos que más de algún vecino nos delataría, pues no nos parecíamos físicamente en lo absoluto con la nueva familia, a no ser porque existen familias de verdad cuyos miembros no se parecen entre sí por algún motivo genético.

Se preguntarán, ¿porque hoy describo físicamente al colectivo del partido de quienes servíamos de cobertura? la respuesta es simple, a Fide y a Lupe “la gordita”, las conocíamos desde que llegaban a nuestra casa en Santa Tecla, pero a los otros tres compañeros, entre ellos Miguel Castellanos no; les conocimos, o mejor dicho, les vimos su rostro a cada uno de ellos por un accidente circunstancial que pasó en la casa de San Patricio.

Resulta que un día estaba el colectivo reunido y Mayita, la abuela de nosotros(en la casa), andaba tendiendo ropa y se tropezó en unos zapatos que dejó alguien al sol para que se secaran, Mayita no los vio y cayó al suelo, se golpeó la cabeza, se torció un brazo, y moretones por todo el cuerpo, fue en ese momento que todos nos levantamos inconcientemente de que nos íbamos a ver el rostro, el auxilio a una septuagenaria era más importante que el protocolo de seguridad, después, por costumbre lo hacíamos, aunque ninguno nos lo creíamos pero lo mantuvimos siempre, sino, ya no sería casa de seguridad.

Cada día nuestra rutina era levantarnos a las 5 de la mañana, prepararnos para viajar hasta Santa Tecla, en la colonia sólo funcionaban 2 buses de la ruta 35, uno medio bueno y el otro peor, sólo en el taller pasaba, debíamos estar en la parada de buses a las 5:45 sino, había que esperar a que regresara del primer viaje y salir a las 7 de la mañana. Cuando no había ningún bus, situación que sucedía a menudo, nos tocaba viajar en pick-up, hasta el mercado central para luego caminar hasta el Parque Hula Hula y tomar la ruta 101.

En 1982, Yo estudiaba el octavo grado en el Instituto Nacional José Damián Villacorta de Santa Tecla, mi hermana Guadalupe el primer año de bachillerato en el Liceo Nueva San Salvador, mi mamá administraba un cafetín frente al Colegio Santa Cecilia, es decir, nuestra vida siempre estaba en Santa Tecla por lo que nos tocaba viajar todos los días desde San Patricio hasta Santa Tecla y viceversa.

Otra de las rutinas era siempre hacer un chequeo y contra chequeo cada vez que salíamos de la casa, vigilar, estar alerta de la gente que pasaba por la casa, si eran sospechosos o no, ó si teníamos algún tipo de seguimiento cuando viajábamos a Santa Tecla u otro lugar, periódicamente me tocaba recorrer toda la colonia y observar algún movimiento extraño, por ejemplo, gente armada y de civil al estilo de “Escuadrones de la Muerte”, o patrullajes del ejército, todo esto se informaba en las reuniones semanales del colectivo.

Comiendo aunque sea güisquíles

En toda casa de seguridad había un responsable, quien velaba por el aspecto de seguridad propiamente, como el del normal desarrollo dentro de la casa, es decir, las relaciones interpersonales de sus miembros, puesto que se trataba de poner a un grupo de militantes del partido o colaboradores a vivir juntos, no siempre las relaciones eran tan llevaderas de entrada, a veces uno se topaba con gente con un carácter difícil, o muy suave, otras veces con gente muy cerrada y verticalista, y ante alguna falta o indisciplina que muchas veces era subjetiva informaban a los superiores sobre las “debilidades en la contextura revolucionaria” de sus compañeros.

El otro aspecto que coordinaba el responsable de la casa de seguridad era los gastos que se requerían para el mantenimiento de la misma, como, la alimentación, alquiler, recibos, etc, además, se le entregaba un estipendio a cada miembro, en nuestro caso, era nuestra madre la que recibía por los tres los 125 colones como estipendio, en realidad, no nos alcanzaba ni para los pasajes, puesto que nos tocaba a razón de 41 colones aproximadamente por cabeza y diariamente tomábamos 4 buses para realizar nuestras actividades.

El otro problema era que la organización (FPL) no tenía muchos fondos para el mantenimiento de las casas de seguridad, se nos decía, y había que apretarse el cincho.

Muchas veces nuestro almuerzo era “güisquiles con crema”, aprovechando que en el patio de la casa había una mata de este cultivo, sólo los arrancábamos y a la olla, en la cena repetíamos el mismo menú sólo que con frijoles, y así pasaban nuestros días en aquella “casa de seguridad” e “inseguridad alimentaria”.

Un día mi mamá habló con Fide sobre el asunto del estipendio, para ver si nos lo incrementaban, pero ella dijo que pasaría la solicitud a su responsable de colectivo, quien era, “Orestes” ó Miguel Castellanos, este, mandó decir que el partido no tenía fondos y que todos estábamos en la misma situación.

No sé porqué razón, pero después de esta respuesta que dio “Orestes”, nos dejó confundidos y un poco desilusionados, pues él, bien sabía que literalmente “aguantábamos hambre”, y que cuidando a una anciana como Mayita, se necesita de recursos económicos, pues una persona de esa edad no aguanta como un joven y había que alimentarla bien, comprarle vitaminas, medicinas, etc,

En vista de la respuesta de Orestes, mi mamá empezó a llevar por su cuenta algunos víveres y artículos de primera necesidad del pago que recibía por administrar el cafetín, es decir, de nuestros propios fondos manteníamos la casa de seguridad.

Mayita por su parte, empezó a elaborar artesanalmente dulces de leche y mi hermana y Yo, “charamuscas” para vender, en realidad no nos iba tan mal, lo poquito que vendíamos nos servía para comprar lo más básico en la casa.

Las reuniones del colectivo

Fide, además de ser nuestra responsable, la relación con ella era casi de familia que de compañeros de un colectivo, ella nos había conocido tres años atrás cuando llegaba con Félix García y Polín a nuestra casa en Santa Tecla, no sé porque razón, pero desde que llegó a nuestra casa nos fue tomando cariño como si siempre nos hubiera conocido de toda la vida y nosotros a ella, prácticamente vivía con nosotros de tal forma que nos tenía al tanto de cómo iba el curso de la lucha hasta la toma del poder.

Algunas veces llegaba a la casa después del trabajo partidario, cansada y muy triste, medio se recostaba en la cama, ponía sus manos en su rostro y sollozaba mi mamá se le acercaba y le preguntaba qué le pasaba y respondía, - ¡ay mary!...nos mataron a una compa por el desvío de San Nicolás Lempa…Yo la había visto antes y me avisaron que en un retén cayó.

En realidad, la compañera de la que habló Fide, había caído no sin antes defenderse y llevarse con ella al sargento de la fatídica Guardia Nacional en un retén de San Nicolás Lempa, al bajarse del bus, empezaron a revisar a hombres y mujeres por aparte, cuando llegaron donde ella, le pidieron que abriera su cartera, ella, en el acto sacó una pistola pequeña y le disparó al oficial, inmediatamente fue abatida a balazos por los militares que estaban cerca; ella antes había dicho que jamás se dejaría capturar, primero muerta, porque al caer en manos de los cuerpos represivos sería para que la torturaran hasta delatar a sus compañeros y si no, ser desaparecida.

En otra ocasión, Fide lloró amargamente, por la muerte de los dirigentes campesinos, Félix, Ticha, Polín y José López, todos ellos compañeros de su colectivo; de la misma forma, sintió la muerte de los dirigentes del FDR, sobretodo la de Juan Chacón, dirigente del Bloque a quien conocía personalmente y apreciaba.

Fide, considero, fue una de las mujeres referentes de la lucha del pueblo salvadoreño, con un alto grado de capacidad y discernimiento en la conducción del proceso revolucionario, era la mujer nueva que surge de su anonimato histórico, de su marginación social, económica y política para ser la protagonista de su propia historia y la de su pueblo, era de la misma estirpe de “la Ticha” y de ese ejercito de mujeres campesinas revolucionarias que dejaron huellas profundas en la memoria de quienes hoy siguen su ejemplo.

Cuando conocimos a Fide, que fue en 1978, nos contó que provenía de las comunidades cristianas del municipio de Tecoluca, cerca del Playón, y que el sacerdote que atendía esa zona era el Padre David Rodríguez, Párroco de ese municipio, ella, formaba parte de ese contingente de hombres y mujeres denominados “celebradores de la palabra” surgidos del seno de las comunidades eclesiales de base.

Fue en ese trabajo cristiano donde se desarrolla como líder campesina para luego pasar a la conducción de FECCAS-UTC desde donde daría el “salto de calidad” y convertirse en dirigente de las FPL.

Su esposo estaba desaparecido, era originario también de Tecoluca y dirigente campesino del Bloque, apenas llevaban un mes de haberse casado en el seno de la comunidad cuando fue capturado por elementos de la Guardia Nacional, y nunca se supo más de él.

Estando en la casa de la San Patricio, Fide, nos convocaba periódicamente a reuniones del colectivo, para tocar temas de la realidad nacional y el proceso revolucionario, otras veces, para ver asuntos internos de la casa, crítica y autocrítica de sus miembros, etc.

Otras veces, teníamos preparación militar, conocimiento de las armas cortas y largas, cómo cargar a un herido durante un enfrentamiento armado, estudiar las posibles rutas de escape en caso que le cayeran a la casa, cómo se debían usar los buzones de contacto, etc.

Las elecciones de marzo de 1982, las vivimos con mucha intensidad, se esperaba una nueva ofensiva, igual o de mayor magnitud, pero se nos dijo en reunión partidaria que, se iba a boicotear las elecciones para que el pueblo y el mundo entero se dieran cuenta de la farsa electoral, y en efecto, era una farsa, porque por un lado, los muertos aparecían diariamente en cualquier lugar, las masacres en el campo estaban a la orden del día, y por otro lado, la nueva Junta de Gobierno manejaba un discurso de paz y reconciliación.

El día de las elecciones la gente salió a votar bajo las balas, en la capital los centros de votación abrieron tarde, la gente hizo grandes colas, eso le convenía a la Junta, hacer parecer que las elecciones fueron masivas, sin embargo, en algunos lugares, no se realizaron porque se estaban dando enfrentamientos armados entre guerrilleros del FMLN y el ejército.

En las zonas de control del FMLN, no se realizaron elecciones, por tanto, fueron un fracaso, si bien, mucha gente votó, lo hizo por miedo, sugestionada por la guerra psicológica que aplicó la Junta de Gobierno; entre otras cosas, se nos hizo creer y así fue, que quien no había ido a votar y si en un retén se le pedía su cédula de identidad personal y se verificaba que no tenía el sello del Consejo Central de Elecciones, en efecto, quedaría detenido; de esta forma, mucha gente, fue presionada a votar, y los que no, trataban de evadir los retenes militares.

Fide se va a la montaña, llega Erick

Fide se despidió de nosotros en la víspera de las elecciones de Marzo de 1982, justamente un año después, ella se iría para siempre al caer abatida en una emboscada junto a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos no Gubernamental, Marianella García Villas en el cantón La Bermuda, Suchitoto, cuando andaban verificando denuncias de masacres cometidas en esa zona.

Nos despedimos con un fuerte abrazo, como si fuera el último, ella nos dijo que en realidad éramos su familia y que nos llevaba siempre en el corazón, y que al ganar la revolución nos íbamos a ver en la Plaza Libertad celebrando la victoria del pueblo.

Erick, era nuestro nuevo responsable, nos lo presentó Fide en una reunión del colectivo, a él ya lo habíamos visto mucho antes cuando llegaba a conectes en el cafetín de mi mamá frente al colegio Santa Cecilia de Santa Tecla.

Fue una sorpresa para nosotros tenerlo como responsable del colectivo, era una persona muy humana, alegre, bromista, humilde; por su aspecto físico nos parecía que provenía de familia de clase media, siempre andaba con un ataché negro como si fuera un visitador médico, otras veces con la famosa “mariconera”, que se había convertido de uso exclusivo de todo compañero organizado, a veces, era fácil detectar a un compa en un conecte al nomás ver en su mano la “mariconera”, esta, era una especie de maleta en miniatura, de mano y hecha de cuero negro con compartimentos pequeños, servía para meter una agenda pequeña, bolígrafos, lentes, etc, pero muchos “compas” la utilizaban para llevar el “juguete” o sea, un arma corta.

Erick, nos contaba que su debilidad era la música instrumental, escuchar instrumentos de viento, de preferencia el “fagot”, el “oboe”, escuchar a las orquestas sinfónicas del mundo.

Pero su mayor debilidad era escuchar al músico de moda de ese año (1982), éste era el trompetista estadounidense Chuck Manggionne, cuya música aún suena en la radio como “Ruta 101”, “Los hijos de Sánchez”, entre otras.

Erick, siempre mantenía la misma disciplina que Fide dentro de la casa, velar por su buen funcionamiento, reunirnos semanalmente para tocar puntos como análisis de la realidad nacional y aspectos meramente de la seguridad en la casa, las reuniones siempre las mantenía en su colectivo, sólo que ya sin Fide.

Según supimos, mucho después de su muerte, Erick tenía el cargo de jefe militar de la zona metropolitana de San Salvador por las FPL por lo que sus movimientos eran estrictamente compartimentados y muy secretos.

Un día de tantos, llegó Miguel Castellanos junto a Sonia “la pechita” y Erick, a reunirse, pasaron todo el día y parte de la noche, optaron por quedarse a dormir, sin embargo en la madrugada, se escuchaba ruido de camiones y voces, todos nos levantamos pensando que nos habían detectado y nos dispusimos a prepararnos para salir en “guinda”, supuse que Erick y Miguel Castellanos andaban armados porque se parapetaron por la ventana de la casa, en posición de disparo, esperando a que acercara el ejército.

Así pasamos un buen rato y nada, ya no se escuchaba ni el camión ni la voces, fue una falsa alarma, que nos “paró los pelos”; al siguiente día, creo que todos nos levantamos desvelados, nadie pudo dormir después de lo que pasó.

Los vecinos comentaban lo de la noche anterior y así nos enteramos que el ruido del camión era el único bus que funcionaba para esa colonia cuyo motorista y otros amigos se habían puesto tremenda borrachera y andaban celebrando algo, sentimos un gran alivio cuando escuchamos esto, porque sino, quizás ni estaríamos contando el cuento.

Erick cae en Ciudad Delgado

Fue una noche del martes 20 de abril de 1982, si mal no recuerdo, que Erick estuvo con nosotros en la casa de la San Patricio por última vez, habíamos estado charlando, bromeando, luego de la reunión formal de partido que teníamos cada vez que se quedaba a dormir ahí.

Salimos como a las 6 de la mañana del miércoles a tomar el bus, en el trayecto él iba bromeando sobre la estatura de mi mamá y mi hermana, “cortadas con la misma tijera” – ¡si son igualitas mirá!, decía, quizás se admiraba que la estatura de ellas dos era idéntica y pasaba del metro 55 centímetros, en cambio él, no bajaba del metro ochenta, me parece.

Llegamos a la esquina del Mercado Central de San Salvador , que era donde nos dejaba el bus de la colonia, caminamos un par de cuadras más, y ahí nos despedimos, cerca de la parada de buses de la ruta 101, curiosamente nos abrazamos como de despedida, como si Erick no iba a llegar más, y lo extraño es que él debía llegar dos días después, o sea viernes 22 de abril.

El Jueves 21 de abril, mi hermana Guadalupe y Yo, decidimos quedarnos a dormir donde nuestro hermano mayor en Santa Tecla, por que Yo tenía los intramuros del Damián Villacorta el viernes 22 y debía estar muy temprano, mi hermana también en el Liceo Nueva San Salvador; todo transcurrió normal hasta que en la medio día, ya en la casa de mi hermano, Guadalupe me dijo que Erick había caído en otra casa de seguridad en Ciudad Delgado y que mi mamá se enteró no por los correos normales del partido, sino que ella venía en el bus y el señor que venía a la par, leía el Diario de Hoy al dar vuelta a la página vio la foto de Erick junto a otro joven, donde se rezaba el titular “Ultiman a cuatro hombres en habitación”.

Esa noticia casi le costó un desmayo a mi madre, ella venía parada en el bus y contaba que al ver la foto de Erick que justo dos días antes se había despedido de nosotros cerca del mercado central, sintió que se la tragaba el piso.

Al llegar al cafetín de Santa Tecla, no pasó mucho tiempo cuando llegó Sonia “la pechita” y le dijo, - ¡…necesitamos desalojar la casa de la San Patricio ya!

Mi mamá se fue con ella a desarmar los muebles y empacar cosas, y si llegaba el ejército en ese momento, se diría que Erick era un pupilo y que había veces que llegaba y otras no, como ellas eran las encargadas de alquilar, la iban a remodelar para otra familia.

Ya el sábado por la mañana, mi mamá y Yo, fuimos a recoger los muebles en una camión grande, para fortuna nuestra, los vecinos sólo nos miraban con extrañeza, pero nadie nos llegó a preguntar ¿porqué nos mudabamos?

A Mayita, ya se la habían llevado para otra casa de seguridad, ni siquiera nos despedimos de ella, las cosas sucedieron en cuestión de segundos y cada quien salió por su lado.

Muchos años después me enteré que Erick, nuestro responsable en la casa de seguridad en la colonia San Patricio, en realidad su nombre era Francisco Agustín Escoto, miembro de la orquesta sinfónica de El Salvador, cuando recogieron su cadáver en Ciudad Delgado aún llevaba consigo el carnet que lo acreditaba como miembro de la Sinfónica, hubo un grupo de músicos que criticaron la actitud del Director de la Orquesta Sinfónica de ese entonces por no solidarizarse con su familia o, por lo menos publicar una esquela mortuoria en algún periódico alusivas de quien en vida fuera un gran músico salvadoreño.

De esta forma, se perdía a uno de los mejores hijos del pueblo, a un revolucionario probado en toda circunstancia de la vida, ese, quien dejó de tocar algún instrumento musical, para empezar a tocar con el fusil las notas melodiosas escritas por el pueblo decidido a construir su futuro feliz.

La otra casa de seguridad en El Matasano

La nueva casa de seguridad estaba ubicada en la populosa colonia El Matasano, al sur de la colona Santa Lucía, Ilopango, las viviendas de esta colonia son muy pequeñas, constaba nada más de dos cuartos en la segunda planta y en la primera se ubicaba la sala, comedor y cocina, el patio lo compone un terrenito de dos por tres metros cuadrados.

Al llegar a la casa, Sonia nos dijo que nosotros como familia pasábamos a otro colectivo o estructura del partido, y que serviríamos de cobertura para los compañeros “Efren” y “Pepe”, el responsable del colectivo era “Ramiro”, me parece que tenía el mismo grado de Miguel Castellanos, lo curioso que en este colectivo, tanto Efren como Pepe se cuadraban ante Ramiro, por lo que deducía que esta estructura era militar, había más secretismo y conspiratividad.

La nueva familia la componíamos siempre nosotros tres, más Efren, Pepe, una compañera de sedónimo Margarita y su hijita de 3 años de nombre Roxana; el seudónimo de mi madre era “Carmen”, el de mi hermana “Cecy” y el mío “Oscar”.

La leyenda ante los vecinos consistía en que Efren era sobrino de mi mamá, o sea, primo nuestro, Pepe, era un compañero de la Universidad con Efren y se estaba quedando por unos días en la casa mientras conseguía un pupilaje, la “compa” y su hijita era la que hacía el oficio en la casa y se le había permitido que se quedara a trabajar con su pequeña.

En realidad, siempre no era creíble la leyenda, teníamos que hacer hasta lo último para que encajaran nuestras dramatizaciones en esa obra de teatro. Pepe, sólo pasó unas semanas en la casa y ¡vaya qué bien la pasamos con un compa así!, me enseñó a tocar la guitarra, pues él era diestro tocando piezas instrumentales, contábamos chistes, hablábamos de la vida en un frente guerrillero, veíamos la tele y cuando salía en un programa la cantante italiana Rafaella Carrá, deliraba, si ya estábamos dormidos nos iba a despertar a mi hermana y a mí, para que lo acompañáramos a ver la tele.

Una noche de Junio del 82, días antes del terremoto del 19, recuerdo que hubo una militarización en la colonia, y no sabíamos a ciencia cierta si iba haber cateo, Yo estaba en el patio que da al pasaje cuando vi al soldado parado de espaldas a mí, enseguida entré y le avisé a Efren, éste dijo, que mantuviéramos la calma y que actuáramos con normalidad, de por sí, el carácter de Efren era muy tranquilo, me parecía un tanto flemático en ocasiones taciturno, eso nos ayudaba para salir airosos de esa prueba, cada quien se puso a repasar mentalmente la leyenda, y que coincidiera con la de cada uno.

Pepe, al oír a los soldados que corrían por el pasaje, agarró la guitarra y se puso a tocarla, quizás de nervios la tocaba fuerte, en eso llega Efren y le llamó la atención, -¡andá a guardar esa guitarra…que no ves que hasta por eso pueden venir a catearnos!

La cosa no pasó a más, vaya tremendo susto que nos llevamos, sin embargo esa solo era una muestra de lo que faltaba por venir.

Capturan a Efrén…a desalojar de nuevo la casa

Ya Pepe se había marchado al Frente Norte “Apolinario Serrano”, o sea, a Chalatenango, iba muy motivado, pues el sueño de todo revolucionario era irse para un Frente de guerra, recuerdo ahora a Pepe como un joven inquieto, noble en sus ideales, provenía de familia acomodada, pues nos dijo un día que había estudiado su bachillerato en le colegio Champagnat de los Maristas.

Fue en los primeros días del mes de Julio, recuerdo que Ramiro, llegó al cafetín de mi mamá a avisarle que teníamos que desalojar la casa inmediatamente porque Efrén había sido capturado en San Salvador.

Ramiro nos dijo, -¡váyanse para la casa, recojan lo que puedan…Yo llegaré despuecito!; a todo esto, a la compañera y su hijita ya se la habían llevado para otra casa de seguridad, sólo faltábamos nosotros.

Como a las siete de la noche, llegó Ramiro a traernos, sólo pudimos recoger alguna ropa, un par de zapatos, cuadernos y alguna otra cosa, la mayor parte de nuestras pertenencias quedó en esa casa de El Matasano, ya deshabitada.

Ramiro dijo que lo siguiéramos y que tratáramos de no ver al vehículo en el que nos llevarían, mucho menos a la compa que iba dentro del vehículo, prácticamente íbamos los tres con la cabeza agachada viendo el piso del carro.

Ramiro se veía súper estricto, con él no se bromeaba, ni se platicaba, la compartimentación en su máxima expresión.

El vehículo atravesó todo el Bulevar del Ejército, nos metimos por el centro de San Salvador, anduvimos dando varias vueltas por un buen rato en el centro, quizás para entrar a la nueva casa ya entrada la noche y así, lograr que no nos detectara nadie; Yo, de alguna forma supe por dónde andábamos, cada vez que levantaba un poco la cabeza para descansar, Ramiro decía…-¡por favor compas…no levanten la cabeza!

Entramos a la nueva casa de seguridad, esta ya estaba habitada por otra familia, o sea que nos habían ido a dejar en calidad de depósito, supusimos esto porque nos encerraron en un cuarto por tres o cuatro días.

Sólo mi mamá salía de esa casa para ir a trabajar, luego regresaba en la noche, la llevaba un compañero encargado de la casa a quien sí pudo conocer, nosotros no.

Así pasaron varios días, nuestra situación de depósito se estaba volviendo problemático, pues los compas de la nueva estructura a la que nos habían pasado, no tenían lista la otra casa de seguridad a la cual debíamos ir.

A mi mamá y a mi hermana, le dejaban conectes en San Salvador bajo normas de seguridad muy rigurosas, donde iban verían a un compañero para que les informara de la situación de nuestro traslado; en ese ir y venir de conectes, mi mamá se subió a un carro donde la iba a estar esperando un compa y para sorpresa de ella, este era un amigo de la comunidad del Padre Rafael Palacios, él, hacía un buen rato que se había ido a la clandestinidad, me parece que era del Frente Clara Elizabeth Ramírez, FCER, ó el “Clara” como se le decía en el caló revolucionario.

Lo que percibimos nosotros como familia, es decir, mi mamá, mi hermana y Yo, con relación a nuestro traslado a la nueva casa de seguridad es que había cierta discusión entre la estructura o el colectivo del partido con la que iniciamos y, la segunda, con quienes estábamos en esos momentos. Parecía que los primeros querían que regresáramos con ellos y los segundos, que nos quedáramos pues ya estábamos prácticamente con ellos, llegamos a presenciar en un conecte entre una estructura y la otra, ciertos roces, dimes y diretes, que a nuestro juicio, distaban mucho del compañerismo y solidaridad que debía existir en el seno del partido, prevalecía el verticalismo y las actitudes militaristas; nuestra opinión quedaba relegada a segundo plano.

Este tipo de situaciones, nos imaginamos, se dio en muchas otras casas de seguridad y en otras estructuras de partido, por lo que decidimos los tres ya no seguir participando en casas de seguridad, habíamos tenido mucha suerte de no haber caído en una de ellas, el riesgo era muy grande, le propusimos al partido seguir participando desde nuestra casa, como colaboradores.

Efectivamente, prestamos nuestra casa en Ciudad Merliot, para que se reunieran colectivos del partido, empezó a llegar “Orestes” ó Miguel Castellanos, Sonia “la pechita”, “Lupe” cuyo nombre era Olinda y otros mas,

Los que no están del primer colectivo

Prácticamente, de aquel primer colectivo de la casa de seguridad de la Colonia San Patricio quienes estamos vivos para contarlo son, mi hermana Guadalupe y Yo, pues a Fide nunca más la volvimos a ver, se fue a un frente de guerra y supimos que había caído un 15 de marzo de 1983 en el Cantón La Bermuda, Suchitoto junto a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Marianella García Villas.

Mayita, andaba por los ochenta años, es natural y lógico que esté muerta; al compañero gordito, moreno, nos contaron que había sido desaparecido y nunca se supo más de él.

Erick, cayó combatiendo en una casa de seguridad en Ciudad Delgado el 22 de abril de 1982; Olinda o “Lupe” y Sonia “la pechita” cayeron posterior a la captura de Miguel Castellanos, y este último, murió a manos de un comando urbano del FMLN por haber traicionado al pueblo, pasándose a trabajar después de su captura para la inteligencia del gobierno de Napoleón Duarte en abril de 1985.

Nuestra Madre, María Flores Marín, murió un 28 de Junio de 1999, dejándonos una estela de tristeza en nuestros corazones, pero a la vez, satisfacción por haber aprendido mucho de ella, de su humildad, su coraje para enfrentar la vida, su valentía ante las adversidades, sus sueños de ver a su patria liberada un día más temprano que tarde, su conciencia social como práctica de vida.

El caso miguel Castellanos

En realidad, la captura de Miguel Castellanos, sucedida en abril de 1985, fue para el gobierno de Napoleón duarte el “premio mayor”, un comandante de las FPL, tenía mucho qué hablar y entregar; en efecto, lo que para muchos sería inconcebible, no fue así, Miguel Castellanos, se entregó y con él a muchos compañeros de las diferentes estructuras del partido, casas de seguridad, dinero, armamento, documentos importantes, etc.

Todavía había unos compañeros que no lo creían, una de ellas fue Olinda ó “la gordita”, quien nos decía que todo era un “show propagandístico” que el compañero mantendría su contextura revolucionaria, pero a los pocos días que llegó a nuestra casa en Ciudad Merliot, cayó junto a otro compañero en un conecte frente al parque Infantil en San Salvador, Orestes tuvo que ver en su captura.

Los capturó la Policía de Hacienda, fueron salvajemente torturados, aparecieron sus cuerpos dos días después sobre carretera que conduce al balneario de Apulo, Ilopango. La gordita decía, que jamás se dejaría capturar, antes muerta, lo cual no fue así, casi siempre llevaba consigo un arma, pero ese día, todo salió mal, en vez de eso, andaba cargando una buena cantidad de dinero del partido, que también fue sustraído por la PH en el momento de su captura y asesinato.

Por las noticias en los medios de comunicación supimos de familias enteras que habían caído en casas de seguridad, en San Miguel, Santa Ana, San Salvador, y otros departamentos, todas eran una vasta red a cargo de Miguel Castellanos; los capturados, algunos fueron procesados y cumplieron largas penas, otros, con menor suerte, fueron desaparecidos. Sonia o Georgina cayó en otra casa de seguridad, dicen que murió en una de las celdas clandestinas de los esbirros.

Viviendo nosotros en Ciudad Merliot, desde 1982, continuamos prestando colaboración a las FPL, llegó un día Miguel Castellanos y nos pidió que le diéramos donde reunirse con otros compañeros, así pasaron los años, hasta que supimos de su captura en 1985, lo que nunca comprenderemos es cómo nosotros quedamos vivos, será que este “comandantillo de pacotilla”, tuvo cierta lástima o vergüenza de traicionarnos después de todo lo que servimos a nuestras gloriosas FPL, nunca lo sabremos, pero de lo que si estamos seguros es que si quedamos vivos es porque ahora nuestra tarea es contar lo que pasó de esa epopeya revolucionaria, y para que las generaciones sepan en toda guerra de liberación hay villanos, pero también hay héroes y esos son los que escriben la historia con su ejemplo, me refiero a los caídos.

Miguel Castellanos fue ajusticiado poco antes de la ofensiva de 1989, por un comando urbano, él ya pertenecía a un organismo del Gobierno de turno, había creado el Centro de Estudios de la Realidad Nacional, CEREN, desde ahí, despotricaba contra lo que fue su partido y el FMLN, ni siquiera huyó del país, sino que siguió hundiendo a sus excompañeros con sus análisis trasnochados, sin siquiera importarle la vida de cientos de revolucionarios a los cuales él traicionó.

Me pregunto ahora, si este comandante no hubiera sido capturado, jamás se hubiera sabido de sus inclinaciones traidoras a la causa del pueblo, es muy probable que el hubiera estirado la mano para firmar sin ningún recato Los Acuerdos de Paz, es posible que estuviera en alguna curul del Partido. Alguien dijo, que “…si se muere en una revolución se muere como un héroe, pero si mueres, ya en tiempos de paz y el poder te corrompe, mueres como un villano”, ¿cuántos villanos andarán rondando por ahí?



Ellos no están muertos, siguen con nosotros, en nuestros sueños, ideales y esperanza por un futuro felíz...





Recortes de Períodico Fuente: El Diario de Hoy
Fotos: Rostros para no olvidar 2009, Equipo Maíz

sábado, 7 de noviembre de 2009

Una toma de iglesia en Santa Tecla

Era agosto del 79, varias decenas de campesinos habían llegado temprano a la iglesia San Antonio de Santa Tecla, no para oír la misa de las 6 de la mañana sino, para realizar una toma pacífica desde donde denunciarían la represión de la que eran víctimas en sus lugares de origen, me parece que llegaban desde Cinquera y cantones aledaños. La iglesia San Antonio estaba ubicada sobre la carretera que conduce hacia San Salvador, mejor conocida como la Panamericana, ahora, creo que está a un costado sobre la carretera que conduce hacia el Puerto de La libertad, debido al terremoto del 2001 quedó seriamente dañada y la reestructuraron.

Yo, estudiaba en la Escuela José Ciriaco López de Santa Tecla, caminaba desde la novena avenida sur hasta donde hoy se ubica la iglesia “Concepción”, más o menos hay kilómetro y medio de distancia, cuando pasé por la iglesia San Antonio, ví que los portones estaban cerrados y colgaban varias mantas en la torre del campanario y el muro al pie de la acera, habían colocado unos altoparlantes en el campanario desde donde se escuchaba música del grupo venezolano “Los Guaraguao” cantando, “Soldado Amigo”, “Perdóneme Tío Juan” y otras más.

Así pasaron varios días, cada cierto tiempo, paraban la música y empezaba uno de ellos a explicar los motivos de la toma, llamaba al pueblo a unirse y luchar para que el ejército parara la represión, algunas personas se acercaban a escucharles y a darles alguna colaboración en dinero, otros, se quedaban algo retirados y observaban con mucha curiosidad; en Santa Tecla, no solía pasar este tipo de situaciones, conocer la realidad que vivían los campesinos, era como que llegara gente de otro país, de quienes no se conoce en lo absoluto.

Cuando pasaba frente a la iglesia tomada por los campesinos de FECCAS-UTC, sentía mucha simpatía por ellos, trataba de entender lo que les pasaba, y siempre les tomaba alguna propaganda que algún brazo extendido me lo entregaba desde dentro de los barrotes del muro, vi señoras embarazadas chineando a sus hijos, ancianos sentados en las gradas de la iglesia dejando pasar el tiempo, niños jugando y los jóvenes cubiertos con pañoletas arengando a los presentes, de vez en cuando se escuchaba, -¡viva el bloque popular revolucionario!, -¡viva feccas y utc!, -¡alto a la represión en el campo! Y otras más.


Cómo nace la conciencia de clase

Una mañana de tantas, mi mamá me mandó a comprar varias bolsas de pan francés, ella estaba afanada friendo en una cacerola grande muchos huevos, en otra tenía frijoles molidos hirviendo, de pronto me dijo, -vamos a ir a dejarles comida a la gente que se ha tomado la iglesia… pobres…a saber si no han desayunado, metimos en unos recipientes desechables los huevos fritos y en otro los frijoles molidos y en una bolsa grande el pan; llegamos a la puerta principal de la iglesia y les entregamos la comida, confieso que nunca voy a olvidar ese momento, cuando el compañero se acercó a nosotros, sus ojos se iluminaron, a lo mejor de alegría o extrañeza que en una ciudad catalogada de indiferente con la realidad del campesinado, hubiera gente que se solidarizara con ellos, Sólo dijo, -¡gracias compitas!

Eso lo hicimos varias veces, mientras duró la toma, por aquello de la compartimentación, nunca les dijimos a los compañeros que pensábamos igual que ellos y estábamos organizados igual que ellos en BPR, y que a dos cuadras de ahí, en nuestra casa se reunían los dirigentes de la FTC, Federación de Trabajadores del Campo.

Debo confesar que ese pequeño gesto solidario que tuvo mi madre con los compañeros campesinos que se tomaron la iglesia San Antonio de Santa Tecla, fue como el inicio de mi compromiso con la causa revolucionaria, ya no tenía dudas de lo que debía hacer en adelante, incorporado a la lucha del pueblo.

En la toma de la iglesia El Rosario

Fue “Chanito” quien nos invitó a la toma de la iglesia El Rosario frente a la plaza Libertad, un sábado de octubre del 79, sabíamos que era arriesgado, pues el ejército y los cuerpos represivos ya habían masacrado a manifestantes dentro de esa misma iglesia, en Catedral y otras más.

Entramos a la iglesia El Rosario como a las 7 de la noche, mi mamá Mary, mi hermana Guadalupe y Yo; la iglesia llevaba varios días tomada por compañeros del Bloque, denunciando la represión en el campo y la ciudad y por la libertad de compañeros capturados; nosotros íbamos a acompañarles como gesto solidario y porque iba haber esa noche un acto político- cultural.

Caminamos un poco temerosos viendo para todos lados, de pronto sentimos que atrás nuestro venía un sujeto que nos seguía, aceleramos el paso pero de repente este tipo se nos adelantó y nos dijo, - ¿al Rosario van…? -¡..sí, contestó mi mamá, el tipo levantó la cabeza y nos vió y se puso a reir, -¡vé, si es Chanito! Dijo mi mamá.

Entramos juntos a la iglesia El Rosario, Chanito dio el “santo y seña” con los compañeros que estaban de seguridad en la entrada, al fondo estaba un buen número de gente, cantando y aplaudiendo, no recuerdo si el grupo musical eran compañeros del Movimiento de la Cultura Popular, MCP, ó, gente del FUR-30, su aspecto era de estudiantes universitarios, la cosa es que empezaron a cantar canciones como “Plegaria de un labrador” de Victor Jara, “La Carta” de Violeta Parra, y otras más.

Ahí, nos encontramos con Mercedes Cañas y Alex Roldán, dos miembros de la Comunidad del Padre Rafael Palacios, nos abrazamos llenos de alegría por estar donde teníamos que estar, empezamos a cantar y aplaudir a una sola voz, más tarde se presentó un grupo de teatro popular con una obra donde ridiculizaban a la dictadura militar, el acto terminó ya entrada la noche.

Una voz fuerte se oyó al fondo y dijo,-¡bueno compañeros…vamos a ver si podemos dormir, las medidas de seguridad son las siguientes… las mujeres, niños y ancianos van a dormir al fondo, los jóvenes van a dormir hacia este lado…nadie va a levantarse salvo que sea de estricta urgencia, van a haber compañeros de posta haciendo seguridad y velando para que se cumplan las normas…; nosotros, mi mamá, mi hermana, Mercedes y Alex pusimos unas hojas de periódicos en el suelo y nos dispusimos a dormir, si es que se podía en esas condiciones.

A Chanito, ya no lo vimos, no sé si fue a hacer seguridad en algún lugar de la iglesia o se retiró de la misma, de pronto escuchamos un ruido desde la calle, ya nos habían dicho que la zona estaba militarizada y en cada noche la Guardia amenazaba con entrar a la fuerza, escuchamos en la quietud de la noche unos cristales romperse, todos entramos en pánico, los niños lloraban, algunos se levantaron a ver qué pasaba, otros nos quedamos sentados viendo qué sucedía, nos dijeron que había sido un disparo que desde fuera atravesó la puerta de entrada de la iglesia y rompió unos cristales, la cosa no pasó a más y al fin medio pudimos dormir.

A la mañana siguiente, cuando nos disponíamos ir al baño nos encontramos con una fila de casi media cuadra, agua no había y se tenía que ir a traer a otro lado del convento, eso hacía mas largo el proceso de realizar nuestras necesidades fisiológicas, me parece que la comida les había caído mal a varios, porque algunos se sentían con dolor de estómago y diarrea, generalmente en las tomas de iglesia y edificios públicos se daba este fenómeno, a lo mejor porque las medidas de higiene no eran las más adecuadas.

Yo me ví afectado por lo mismo, sentía retortijones, calosfríos, y deseos de evacuar inmediatamente, más no fue así, pues esa cola a lo mejor iba a terminar como a las diez de la mañana y no podía esperar tanto, mi mamá nos dijo, - ¡mejor vámonos para la casa que aquí está difícil!

Nos retiramos de la Iglesia El Rosario como a las siete de la mañana, caminamos hasta el Parque Hula Hula a tomar el bus de la ruta 101 que nos llevó hasta Santa Tecla, el trayecto lo sentí larguísimo, mi dolor se incrementaba y sentía que iba a evacuar , sin embargo pude llegar a mi casa y logré realizar mis necesidades fisiológicas felíamente.

Creo honestamente, que a mí me afecto los nervios, saber que de un momento a otro se metería la Guardia Nacional a masacrarnos era suficiente como para aflojarse el estómago, no obstante, ese acto de solidaridad con los compañeros que se habían tomado la Iglesia El Rosario valió la pena en todo sentido, así lo creo.

En los albores de la ofensiva del 81

En la ofensiva del 10 de enero del 81, Yo apenas andaba en los 14 años, sin embargo la viví con mucha intensidad y esperanza al igual que miles de hombres y mujeres organizados en los movimientos revolucionarios de aquel entonces, y que, lamentablemente muchos de ellos ya no están con nosotros, porque murieron en el fragor de las batallas de la misma ofensiva y de muchas otras, o porque, fueron desaparecidos por los cuerpos represivos y que aún hoy, los culpables andan sueltos e impunes.

Al escribir este relato vivencial, así como otros que he escrito anteriormente en este blog, asumo con mucha responsabilidad pero también con mucha alegría haber sobrevivido para poder contar trozos de la historia reciente de El Salvador que tienen que ver con el conflicto armado pero, sobretodo, de contar pasajes de la vida revolucionaria y con ella las relaciones o vivencias humanas que ahí surgieron, el compañerismo, la fraternidad, la alegría, que fueron elementos inherentes a la lucha revolucionaria salvadoreña, y como comunicador social creo que fue justamente aquí donde se cumplió a cabalidad ese maravilloso proceso de comunicación donde todos fuimos emisores y receptores a la vez de un mensaje claro que llevó a transformar nuestra realidad, aplico aquí lo que una vez dijo uno de los más grandes comunicadores sociales latinoamericano, el argentino Mario Kaplún, “definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir”.

Dado que la incorporación de nuestra familia al proceso revolucionario dio inicio desde el año 1977, pues entonces hay mucho que contar; tengo dos propósitos principales al escribir esta serie de relatos vivenciales, el primero, compartir con quienes lo lean, lo que de seguro también han vivido y que esto sea de alguna manera una especie catarsis, pero también, abrir la ventana de la memoria histórica para que veamos el pasado desde donde retomemos lo bueno, pero lo malo, procurar que no se repita; con esto paso al segundo propósito, que es poner en común a los jóvenes de hoy trozos de la historia de lo que otros jóvenes hicieron en otro tiempo, en otro contexto, pero igual de valedero para los que trabajan por la justicia social y por verdaderos cambios en nuestro país.

Continuando con el relato sobre lo que viví en los preparativos y durante la ofensiva de 1981, debo contar que había mucho entusiasmo en todos lados, la gente del Bloque que llegaba a nuestra casa, hablaba de algo grande que iba a suceder, por tanto, muchos estudiantes, obreros, campesinos, catequistas, maestros, entre otros, ya se habían ido a la montaña a prepararse militarmente, además, en la ciudad, era casi imposible mantenerse en la legalidad o clandestinaje sin evitar ser descubierto por pura sospecha.

Recuerdo que un día observé a Fide (dirigente campesina del Bloque) que llevó a la casa un fardo de ropa y la escogía para llevársela a un campamento guerrillero, a ella la habían asignado la zona de San Vicente, Yo le pregunté si podía irme a un campamento guerrillero y me dijo que nosotros como familia podíamos asumir alguna tarea específica en Santa Tecla en plena ofensiva.

Durante 1980 los compañeros del Bloque siempre se reunían en nuestra casa de Santa Tecla, ubicada sobre la novena avenida sur cerca del Hospital San Rafael, con quienes cultivamos un compañerismo más estrecho fue con Chanito(Feliciano Maravilla, desaparecido en octubre del 80), Fide (Fidelina Alvarado, caída en una emboscada en el cantón La Bermuda el 15 de Marzo del 83 junto a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos Marianella García Villas)),Nelson(Nelson Avalos, campesino de Cinquera y ex-diputado por el Frente en tiempos de paz), el “Negrito de Propa” creo que su nombre era Martín (caído en la década de los 80´s), Mártir, encargado de los sindicatos (también cayó en los 80´s), tambien debo mencionar al compañero Ismael Merlos, dirigente campesino del movimiento cooperativista, quien sobrevivió a la guerra y hoy trabaja en una ONG de desarrollo del país.

Un ex seminarista jesuita viviendo con nosotros

Cuando mi mamá trabajó de cocinera en casa de los seminaristas jesuitas, desde 1970 hasta 1977, empezó en la Colonia Flor Blanca, meses después, se trasladaron a una casa de esquina mucho más grande, siempre en La Flor Blanca, justamente frente a la entrada del Estadio que tenía el mismo nombre hoy “El Mágico González” sobre la 47 av.sur, finalmente se trasladaron a la casa de Antiguo Cuscatlán donde me parece que ese terreno era de ellos y la UCA les quedaba a unas cuadras para quienes daban clases o estudiaban ahí.

En la casa de Antiguo tuvimos la oportunidad de conocer más de cerca a varios de ellos, como a Antonio Cardenal (Cmdte. Jesús Rojas, de las FPL-FMLN), Fernando Ascoli, guatemalteco (Cmdte. Ricardo Gutiérrez, de las FPL-FMLN), Juan José Ramírez (de origen español, involucrado en las FPL, expulsado del país en 1977), Emilio Baltodano (nicaragüense), Rodolfo Cardenal ( ex vice-rector de de la UCA, primo de Antonio Cardenal), Juan Ramón Rafael Soriano, mejor conocido como “El Colocho”, entre otros.

“El Colocho” era un seminarista originario de Cojutepeque que quería ser sacerdote jesuíta, su familia de origen humilde lo había ayudado para que estudiara en la UCA, y estuviera en el noviciado; para el terremoto de Guatemala en 1974, contaba que se había ido con una brigada de rescate a una zona selvática del Quiché con población cien por ciento indígena, llegó y se quedó a vivir con ellos durante un buen tiempo, ahí, aprendió el idioma de ellos y sus costumbres; pero tuvo que regresar a El Salvador y seguir con sus estudios de seminarista y de ingeniero agrónomo en la UCA.

“El Colocho” llegó a nuestra casa a mediados de 1979, a lo mejor Félix García ó Polín(dirigentes campesinos de FECCAS-UTC), lo llevaron, puesto que trabajaban juntos en la organización; “El Colocho” era una persona extraordinaria, con una capacidad intelectual sobresaliente, pero sobretodo con un amplio sentido de la solidaridad y la humildad a “flor de piel”, recuerdo que junto a Ismael Merlos fueron dándole vida a lo que posteriormente fue la FUNPROCOOP, dado que “El Colocho” tenía mucha experiencia en el cooperativismo con los indígenas de Guatemala y, en El Salvador no sería la excepción.

Fue presentado en la comunidad del padre Rafael Palacios, más o menos dos meses después de su asesinato el 20 de Junio de 1979, para nosotros, fue todo un guía espiritual, un amigo y un compañero más dentro de la comunidad.

Recuerdo que cada vez que llegaba a la casa, siempre iba cargando un paquete de huevos, pan, café, para la velada que siempre teníamos en la noche, chistando, platicando o discutiendo la realidad nacional, de esa forma se fue quedando en nuestra casa por varios meses hasta un poco después de la ofensiva general.

Algunas veces, se quedaba en la UCAII, así le llamaban a la casa donde vivían los Padres Jesuítas encargados de la UCA, quienes todavía le daban un estipendio por ser miembro aún del seminario, ya la casa de los seminaristas había desaparecido desde que empezaron a expulsar a varios de ellos por haberse enrolado en la guerrilla o por “indoctrinar” a los campesinos de Aguilares y Chalatenango, decía el Gobierno del Gral. Romero que fue todavía más duro que el de Molina.

En los preparativos de la ofensiva, “El Colocho”, estuvo saliendo como a las 4 de la mañana, preparando gente de la zona de Huizúcar y sus alrededores; un día le dio dengue y con fiebre y todo, madrugaba o se quedaba en la zona, su misión al parecer era organizar los levantamientos de campesinos de esa zona, formar escuadras de milicianos de auto defensa.

El dilema del “Colocho” creo, era si debía continuar con los estudios para el sacerdocio o dedicarse sólo a estudiar ingeniería y salirse del seminario, al final, creo que optó por lo segundo, lógicamente en la UCA II dejaron de ayudarle.

En plena ofensiva y sin avisarnos


A pesar que se sentía venir, me parece que la mayoría no estábamos preparados para la ofensiva general, había demasiada conspiratividad que la información no bajaba a tiempo, mucho menos se había preparado a las masas, y en los colectivos de partido lo único que hacíamos era algunos ejercicios militares, uso de armas cortas, y nuestra buena voluntad de hacer bien las cosas.

Recuerdo a mi madre, tomando el arma corta, parapetarse en posición de disparo, tirarse al suelo y desenfundar el arma, en fin, todo eso lo hacíamos en un cuarto pequeño de un mesón de Santa tecla.

Escuchamos por la radio aquel 10 de enero del 81 que muchas ciudades de la zona metropolitana de San Salvador y del interior del país habían amanecido tomadas por la guerrilla y que los combates permanecían, esperábamos que alguien de la organización llegara para incorporarnos a las actividades insurreccionales pero no fue así, muchos compañeros fueron enviados a zonas estratégicas, y olvidaron a la gente que había quedado en la ciudad y dispuesta a incorporarse, sino, veamos como el movimiento de masas quedó prácticamente descabezado puesto que sus líderes ya estaban en las zonas de control guerrillero, además, la represión no permitió moverse con libertad en esos momentos.

En la comunidad del Padre Rafael Palacios en Santa Tecla, un grupo de jóvenes y algunos mayores, buscamos a unos médicos colaboradores y enfermeras para que nos dieran un curso de primeros auxilios, ahí, aprendimos a curar heridas de bala, a poner torniquetes, cómo cargar a un herido en una zona de combate, como inyectar en situaciones extremas, cómo poner una venda, etc.

Otro grupo había conseguido víveres, como frijoles, maíz, arroz, dado que era una buena cantidad de sacos no hallábamos donde guardarlos, hasta que las monjas del asilo San Vicente de Paúl quienes tenían a su cargo la Escuelita de niñas “Marillac” nos prestaron las instalaciones tanto para el curso de primeros auxilios como para asolear el frijol y el maíz que ya se estaba naciendo, al final, se regaló a la gente de las marginales, cuando vimos que la ofensiva no prosperó y cada quien se fue para su casa.

Recuerdo esa energía desbordada entre los jóvenes de la comunidad del Padre Palacios, a Carlos Fernández” el gordo”, a Carlos Pérez “el peche”, maestro de música en la escuela “Ciriaco López”, a Mario Marín, mi hermano mayor, a Mauricio Garay, desaparecido en 1982, a Alex Roldán, desaparecido en julio del 83, a Paty, a Lilian, Martita y tantos jóvenes motivados con la ofensiva que no llegó a Santa Tecla, más que unas escaramuzas de las milicias populares.

Haciendo un balance de la ofensiva en los colectivos de partido y entre los miembros de la comunidad de base consideramos que no hubo la suficiente coordinación entre las fuerzas revolucionarias, no había armamento para la gente de masas que lo pedía, no se había dado línea de partido a los colaboradores y colaboradores activos en los momentos insurreccionales, funcionó más la iniciativa propia de los que de alguna forma estábamos organizados, si la gente no salió a las calles fué porque nadie tomó la iniciativa de hacerlo o por lo menos con un comando de milicias y así motivar a los jóvenes, sé que en algunos lugares si se dio esto pero, en Santa Tecla no funcionó, además los niveles de represión eran altísimos y si uno salía a la calle a poner una barricada o hacer una toma de calle tendría por lo menos contar con grupos de autodefensa armada y eso tampoco se dio en Santa Tecla.

Las lecciones

En una reunión de despedida de “El Colocho”, nos decía con mucha honestidad que si bien se había ganado experiencia militar en las zonas de control guerrillero, se había evidenciado que era posible la toma del poder por la vía armada pero, que esta, distaba mucho de ser posible en esos momentos, y lo dijo con mucha claridad, “- para que haya otra ofensiva militar como esta, hará falta unos ocho a diez años, por razones estratégicas en lo político y militar, además, se evidenciaron problemas de unidad con otras fuerzas guerrilleras y eso va a costar solucionarlo” dijo; debo recordar que nosotros militamos y crecimos dentro de la organización de masas BPR y lógicamente de las FPL, desde esta línea hacíamos nuestro análisis.

“El Colocho”, con esas palabras sabias se despidió, como si hubiera leído el futuro en algún oráculo, porque, sino, cómo se explíca que la ofensiva “hasta el tope”, en noviembre del 89 se haya realizado ocho años después, tal como el “Colocho” lo dijo; será que él sabía algunos asuntos internos del partido que nosotros no sabíamos, y que la política regional pesaba mucho y la intervención de los EEUU iba a ser más clara que, impediría que el pueblo salvadoreño construyera su propio futuro.

“El Colocho”, se alejó de nuestras vidas, mas o menos en marzo del 81, desde entonces no hemos vuelto a saber de él, dijo que se dedicaría a su carrera y trabajaría en una ONG, tenía derecho a hacerlo, ¿no creen?.

Fueron doce años que duró la guerra desde el 80 hasta la firma de la Paz en 1992, las heridas quedaron abiertas, tenemos paz, pero aún no hay verdad, justicia ni reparación por las víctimas que dejó la guerra, hay paz, pero hay miseria, hay paz pero siguen habiendo muchos muertos por otro tipo de violencia, hay paz pero hay más desempleo, hay paz pero hay hambre, hay paz pero se ha perdido valores como la solidaridad, la fraternidad, el respeto a la memoria de nuestros muertos y desaparecidos, aunque parece que hay un luz al final del túnel en estos nuevos tiempos “…que tanto ha tardado en llegar” .