domingo, 3 de abril de 2011

Los molinos de viento en Armenia

Eran como molinos de viento, esos que un día Don Quijote de la Mancha quiso derribar de un manotazo con la ayuda de su amigo Sancho creyendo que eran gigantes mounstrosos que acechaban sus vidas y la de los aldeanos.


MI historia trata sobre otro tipo de molinos de viento, más bien, gigantes de hierro enclavados en un cerro cerca del pueblo de Armenia al occidente del país, a los cuales me enfrenté y derribé con la ayuda de dos campesinos muy decididos.


Hago este símil porque en realidad nuestra lucha revolucionaria era muy quijotezca, un pueblo enfrentándose a un ejército bien entrenado y equipado por el imperio del norte, con sus armas sofisticadas, sus bombas de quinientas libras que arrasaban con todo ser vivo, sus aviones caza, tanques, en fin, una guerra desigual, sin embargo, nosotros abrigabamos en nuestro corazón y mente que la guerra la ganaríamos cueste lo que cueste, no era posible tanta sangre derramada, tantos muertos, desaparecidos, torturados, huérfanos, lisiados, que es lo que una guerra va dejando a su paso.


Visto así la situación, en ningún momento me cruzó por la mente renunciar a mi compromiso con la causa, la suerte estaba hechada y me dirigí a cumplir la misión.


Todo comenzó cuando me dieron la misión de coordinar el trabajo de milicias con dos campesinos que vivían en las orillas del pueblo de Armenia,al occidente del país, ubicado a unos 40 kilómetros de San Salvador.


Me parece que estos dos compañeros eran originarios de otro lugar del país, más bien eran desplazados por la guerra y habían optado  vivir en Armenia por ser un pueblo relativamente tranquilo de la represión gubernamental y del fragor de la guerra que se había extendido casi a todo el país. Sin embargo, en los próximos días, este pueblo sería noticia.


Fue más o menos en el mes de febrero de 1989, cuando establecimos contacto con ellos, los vi ya de edad avanzada pero con mucha convicción y energía para la lucha revolucionaria, pues es aquí y sólo aquí, en una guerra de liberación de un pueblo donde cada persona tiene  lugar y compromiso sin distinción de edad, sexo, clase social, etc.



Los preparativos para una noche de fiesta



La coordinación la iniciamos en el mes de febrero en Lourdes, municipio de Colón, La Libertad, ahí platicamos un rato, no había mucho de qué hablar, pues por medidas de seguridad no se permitía extenderse más de lo necesario, lógicamente, nuestro responsable orgánico nos presentó uno al otro, de otro modo, hubiera sido casi imposible la coordinación, pues los niveles de represión eran muy altos, era mejor hacerlo en este caso de manera personal y no a través del "conecte" con la famosa "leyenda" o "santo y seña".


Ahí acordamos con el compañero un conecte ya en la ciudad de Armenia (según decreto legislativo hoy ya es ciudad), él, me esperó en el parque y me llevó hasta su vivienda, me presentó a su hermano casi de la misma edad que él, a su esposa e hijos, la leyenda ante sus vecinos sería que ellos eran mis tíos un tanto lejanos y que nos habíamos reencontrado hace poco.


De entrada me dicuenta que eran campesinos muy humildes, una casita que era casi choza, de lodo y bahareque sus paredes, techo de lámina, camas de pita, dormían los seis miembros en el mismo cuarto, comían casi de milagro, frijoles con tortilla, se que la situación hoy día no ha cambiado mucho pero en ese momento sentía sin vacilación que nuestra lucha era justa, traigo a la memoria lo que un día el Comandante Marcial dijo luego de salir airoso con su pueblo en las montañas de Chalatenango bajo una invasión del ejército y asesores estadounidenses para capturarlo y al ver a su gente casi en arapos pero con vida-"...sufre mi pueblo intensamente...justa...mil veces justa es nuestra lucha de liberación"....- pero entonces usted ama la guerra le preguntó un periodista que los acompañaba...él con la mirada fija respondió...-¡ la odio...! 


Un día que llegué más temprano que de costumbre, les llevaba víveres que había conseguido con colaboradores, me parece que la hija de uno de los señores tenía un bebé de meses y necesitaba leche en polvo, le entregué un bote, por lo menos para unas semanas le serviría, tembién le entregué cincuenta colones de mi salario por ser empleado de una empresa que ensamblaba equipos electronicos.


 De esta manera empecé a llegar seguido a Armenia para reunirme con estos dos compañeros para hacer análisis de realidad, y comentar cómo iba el proceso de guerra de liberación del pueblo con el FMLN a la vanguardia.


Les expliqué las razones de mi presencia en su casa, la misión girada por la dirección orgánica era sabotear la red de energía eléctrica que conduce hasta el Puerto de Acajutla, de tal forma que teníamos que derribar por lo menos una torre que conduce la electricidad hasta esa zona de vital importancia para la economía del gobiero de turno, pues ahí están las instalaciones de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma, CEPA, que mueve mucho de la economía del país a través de las embarcaciones de todo el mundo y que necesitan de ese puerto.


Para hecernos una idea del tamaño de una torre eléctrica quizás puede compararse su altura a la de un edificio de tres plantas, su perímetro o base tendrá unos tres a cuatro metros cuadrados. Su estructura está hecha de hierro y acero fundido, de tal forma que para derribar un gigante de estos se necesita varias cargas de explosivos.


Empecé a llevar los materiales necesarios para la acción, bloques de TNT, cápsulas electrónicas detonantes, cables, baterías, armas, en fin, todos los implementos para un sabotaje de tal magnitud, debo contar que todos los materiales los llevé camuflageados en sacos de frijol, maíz, arroz, etc. en el transporte colectivo, bajo mi propio riesgo.

La fiesta fue a las ocho de la noche

 
Llegué temprano para el día de la acción, la hora cero sería las 8:00 de la noche, la distancia entre la vivienda de estos compañeros con la torre a derribar sería a lo sumo kilómetro a kilómetro y medio, caminamos los tres por un largo sendero en plena oscuridad, bordeamos la línea del tren ya en desuso, caminamos por unos cerritos y  llegamos a nuestro objetivo; cada uno llevaba un arma corta, en mi caso, siempre una 357 magnum, mohosa y una granada de mano.

Ya en el lugar,  empezamos a armar las cargas,  amarramos cada bloque de tnt a cada base de la torre, de tal manera que al estallar cada una doblaría el metal y la torre caería, eso lo suponíamos.


Dspués de amarrar los bloques a la torres, colocamos las capsulas detonantes en cada uno de estos y unimos sus cables rojo y negro, o sea el positivo y negativo con un cable mayor de unos 25 metros de longitud que daba a una batería de 12 voltios, nos protegimos en un barranquito que ahí había por aquello de las ondas expansivas y los miles de voltios que conducen estas torres para que no nos fuera a quemar el arco de electricidad que se forma al hacer el corto circuito.


Tomé los cables, el positivo y negativo en cada una de mis manos, les dije a los compañeros que se ocultaran, tomé la batería de 12 voltios que no era mas que una unión de 8 pilas RAYOVAC envueltas en papel periódico, me agaché y uní los polos a cada alambre, las cargas estallaron, se formó el arco de corriente alterna, salió humo después del estallido de los explosivos, el estruendo se sintió en todo Armenia y sus alrededores, pero la torre no cayó, uno de los señores dijo,- ya va a caer...el viento la va botar, nos retiramos a paso apresurado, sin que nos detectarán.


Llegamos a a la vivienda, nos acostamos,  me dieron una hamaca para dormir en el patio, pues adentro no cabía, además les dije que por cualquier cosa que llegara el ejercito, tendría chance de pegar "la guinda", esa noche dormí y no dormí, la adrenalina todavía flotaba en mi cuerpo, el arma la tenía en mi mano, a la espera de cualquier reacción del ejército, afortunadamente no pasó a más y la acción se cumplió.


De alguna forma logré conciliar el sueño, ya era casi de madrugada, una brisa fresca bañaba mi cuerpo, a lo lejos sólo el canto de las lechuzas, la aurora, el ruido de las hojas cuando el viento las agita, la luna asomó un poco más y en el firmamento una noche estrallada, sólo una pregunta asaltó mi mente... ¿cuánto más faltará para que amanezca...?

Supe días después a través de los compañeros campesinos que la torre no cayó, quedó diezma eso sí, el ejército montó un operativo en toda la zona buscando las columnas guerrilleras, en todo el pueblo sólo de eso se hablaba, algunos exageraban y decían que los guerrilleros se habían tomado Armenia, otros decían, -anoche anduvieron los muchachos y derribaron todas las torres que llegan hasta Acajutla, etc., etc.


Salí de madrugada de la casa de estos compañeros, tomé el bus que conduce hasta Santa  Tecla, no sin antes pasar por el parque de Armenia a tomar atol shuco, que cae de perlas a esa hora de la mañana.


La noticia salió en los medios, Armenia ya era famosa por esta acción, sin embargo, la torre no cayó, la siguiente misión fue volver a la escena y darle con todo para que se cayera, eso lo contaré en un próximo relato.

 

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